Pessoas Deveras Importantes

terça-feira, 1 de setembro de 2009

Padre y Madre


(in Mulher Macho, sim, senhor!, Ed. Cortez,

São Paulo, 1980 - Traduzido para o Castelhano

por R.C. Valenzuela)

Las ruedas del tiempo machacan la hierba tupida y menuda que cubre el suelo que es el corazón de un niño. Y en rebeldía, hacen surcos, sendas, caminos que no son destinos. Los espacios geométricos cavados por esa fuerza-impulso en el tablero de la vida sirven para figuras o formas convencionales. Existe, también, la vieja cuestión de hora y lugar. Nunca se puede recrear con fidelidad lo que se perdió. Y casi no es posible encajar nuevamente los que no cupo en su tiempo. El uso, la época y las circunstancias no permitían que los sentimientos brotasen y nunca se puede retroceder, pues el tiempo está siempre contra todo eso. No hay victoria en la lucha que se traba en la infancia en contra del miedo de errar. Y no hay destemple para la sensación pavorosa de sentirse delante del mundo irremediablemente desatinado.

La madre era una mujer fuerte que presentaba cualidades viriles de coraje, valor, capacidad de comando y decisión. El sustento de la casa, que generalmente cabía a los machos en la especie humana, fue transferido para las manos de ella, que superando sus limitaciones de analfabeta se desdoblaba como costurera y cocinera para desempeñar el papel de macho de la casa que le cabía en esa extraña niñada que ella se encargaba de alimentar.

El padre, experimentado en su tercero casamiento, escondía la edad atrás del rostro sin surcos. El primer casamiento de él, no pasó de un amasiato que fracasó en sus primeros días (su amasia huyó con otro, llevando en el vientre, el hijo recién concebido). El segundo, puesto en ejecución para curar la frustración dejada por el primero, no tenía sustentación para durar, ni la desposada, salud para soportar el desenfreno sexual del marido, pero se anticipó sensiblemente a su fin, por la muerte repentina de la dedicada esposa. El gusto por las andanzas, adquirido en los tiempos de vendedor ambulante, y por las cartas, contraído en los tiempos de centinela en el 5º Batallón de Caballería, se volvieron muy acentuados después que causo baja en el ejército para establecerse como comerciante. Nada le era tan familiar cuanto los pedazos de cartón de las barajas, de los hijos sabía poco, pero de las cartas sabía lo suficiente para despilfarrar todo el dinero que llegaba a su bolso. Especializado en brisca, tenía sobre este especie de juego de naipes, todos los conocimientos necesarios que pueden ser adquiridos por una práctica continua a lo largo de los años. Podía hacer de las diez cartas, con la mala suerte de su lado, el medio más fácil de echar fuera lo poco que ganaba como barbero, profesión que aprendiera en los tiempo verde-olivo cuando fue ascendido a cabo por el comandante de quien fuera fiel ordenanza por años seguidos, desde su alistamiento.

Todas las mañanas, ella atizaba el fuego donde brasas dormidas descansaban bajo las cenizas:

- Su padre no sirve para nada! (Gritaba casi sin aliento y con el rostro abrasado por el calor del horno.)

- Ni leña que sirva, él compra. Es solo viruta! (Insistía, en cuanto el humo incensiaba las paredes ya enegrecidas.)

Entre los adultos, me daba cuenta, el respeto a la individualidad del prójimo es muy frágil y cuando el prójimo es una mujer o un marido, el respeto no resiste a los desgastes de una ligación legitimada por un acta de casamiento condimentada por la escasez de dinero y la rutina.

1980/2009 © Z.A. Feitosa, todos os direitos reservados

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Z.A. Feitosa (www.feitosa.net)